Con sabor a poco: el final de la COP29 no deja a nadie contento
La distancia entre lo que el Sur Global buscaba en financiamiento y lo que se logró abre serias dudas sobre el futuro de las conferencias del clima.
Discutir sobre el dinero que se debe nunca es una conversación sencilla.
Cuando la discusión la tienen que dar más de 190 países con responsabilidades y miradas tan distintas sobre el monto necesario para la acción climática, a nadie sorprende que la conversación se haya vuelto tan acalorada como la que se dió en la fría Bakú durante más de dos semanas.
Pero lo que no sorprende, también puede decepcionar.
En el viernes del último día oficial de la COP29 fue cuando por primera vez la “nueva meta colectiva global cuantificada” – o NCQG por sus siglas en inglés – tuvo un número.
Pese a que apenas una hora antes una altísima autoridad de la delegación brasileña había asegurado en una reunión con periodistas que “en los pasillos se veía una posible convergencia”, la respuesta a la propuesta enviada por la presidencia de Azerbaiyán fue unánime.
Pero en el rechazo.
El texto proponía que la meta de financiamiento climático fuera de 250.000 millones de dólares anuales para 2035. Este monto estaba lejano a los 1,3 billones de dólares que el Sur Global había insistido. No era necesaria clarividencia para saber que la COP29 no terminaría en su fecha original.
“Este acuerdo es como un barco, si se hunde, nos hundimos todos con él. No importa si viajas en primera o segunda clase”, dijo en una conferencia de prensa llena de rostros de enojo Adrián Martinez, director de la organización La Ruta del Clima.
Un consenso a regañadientes
Durante las 32 horas siguientes, las negociaciones prosiguieron en la cornisa del colapso. Las islas y el grupo de países menos desarrollados incluso se retiraron “momentáneamente” de la mesa de negociaciones. “Vinimos para lograr un acuerdo justo. Y sentimos que no se nos escucha”, dijo en ese momento Cedric Schuster, el negociador jefe de Samoa.
Aún con la nueva oferta de los países desarrollados – que subió de 250.000 millones a 300.000 millones de dólares anuales – recién en la madrugada del domingo el presidente de la conferencia Mukhtar Babayev logró convocar a plenaria para votar la nueva meta de financiamiento.
Antes, había logrado los primeros aplausos cuando la COP29 logró consensuar las reglas de los nuevos mercados bilaterales y regulados de carbono.
Pero la disputa no solo era por el monto, sino quiénes y cómo contabilizar el dinero de la nueva meta.
Lo aprobado en Bakú señala que la nueva meta de financiamiento climático de 300.000 millones de dólares al año para 2035 será “liderada” por los países desarrollados.
Los 300.000 millones de dólares son tres veces más del compromiso realizado en 2009 en Copenhague y recién cumplido en 2022. Pero “si tenemos en cuenta la inflación es menos dinero de lo que eran los 100.000 millones en 2009”, dijo en la plenaria Armando Rodriguez, delegado de Cuba.
Fue minutos antes de que Chadi Raina, delegada de India, repitiera en tres ocasiones que su país se oponía a la adopción de la decisión – proyectando serias dudas sobre el consenso real. “Este documento es una ilusión óptica”, dijo Raina levantándose entre los aplausos.
Este número contabiliza no solo el financiamiento público, sino el privado y el de “fuentes alternativas”. Es decir, incluye desde canjes de deuda por naturaleza hasta los nuevos mercados de carbono.
Esto a su vez llena de preocupaciones debido a que según el think tank especializado Carbon Market Watch, el acuerdo aprobado por los paises en la materia “no tiene incentivos ni castigos para evitar que los países no cumplan las reglas”.
Los acuerdos bilaterales – de los cuales varios países como Emiratos Árabes Unidos y Singapur buscan beneficiarse para ahorrarse billones de dólares en sus compromisos climáticos – no establecen más que un encarecido pedido de no utilizar créditos de carbono con “inconsistencias”.
Tampoco queda claro cómo se regulará el uso de proyectos que capturan carbono solo de manera temporal y que podrían ser utilizados para “compensar” emisiones de combustibles fósiles que duran miles de años.
La nueva meta de financiamiento climático considera dinero específico para daños y pérdidas, un aspecto que afecta en especial a países en riesgo de desaparecer.
El largo camino a Belem
“El monto acordado en la COP29 está muy lejos de la ambición que el mundo requiere”, dijo Sergio Chaparro, coordinador de la organización Dejusticia de Colombia, apenas la presidencia de Azerbaiyán hizo sonar el mazo del final de la conferencia.
Para Andrés Mogro, jefe de la delegación de la Fundación Avina es importante separar la esperanza, el desafío y la preocupación. “Da esperanza la unidad del Sur Global y el compromiso por la lucha climática desde la región. Desafía lograr que los países desarrollados asuman su responsabilidad global no solo derivada de sus emisiones sino de la oportunidad al desarrollo que tuvieron debido a esas emisiones sin límites en el siglo pasado”, explicó.
Para Mogro, esa es una oportunidad que ahora el Sur Global está dispuesto a renunciar, pero no hay reconocimiento de ello”. Y le preocupa que se vió un desinterés del Norte Global. “Las negociaciones de financiamiento se sienten menos como negociaciones y más como caridad en sus ojos y los del mundo”, reflexionó el representante de Fundación Avina.
Como consuelo para el Sur Global, se estableció la creación de “un lineamiento” entre Bakú y la COP30 de Belem en 2025 para trabajar en cómo llegar a los 1,3 billones de dólares que los países que representan al 80% de la población mundial requerían.
El grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel en Financiamiento Climático, por ejemplo, estimaba entre ese monto y 1,81 billones para el 2030 solo en mitigación, más otros 250 billones para adaptación y 400 billones por año para pérdidas de daño.
Amar Batthacharya, miembro del grupo de expertos y expertas, concluyó que lo aprobado “está muy por debajo de los 390.000 millones de dólares anuales que se necesitan sólo para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París”. Es decir, en mantener a raya el aumento de la temperatura global.
Las heridas que Belem tendrá que sanar son más graves que solo el monto de dinero para la acción climática. “Nunca habíamos visto esto en las COP”, dijo con tristeza Aleksandar Rankovic de la organización The Common Initiative, refiriéndose al desaire al que fue sometida la delegada de la India en medio de la plenaria.
Mientras que el Grupo Africano de Negociadores fue escueto y contundente, describiendo al acuerdo final como “muy poco, muy tarde”.
“El camino hacia Belém será fundamental para convertir estos modestos avances en acciones significativas”, comentó Natalie Understell, presidenta del Instituto Talaloa de Brasil. Y concluyó: “El reto ahora es restablecer la confianza, reformar las COP y garantizar que el próximo paso esté a la altura de la ambición que el mundo exige”.