El tren de la transición verde no debe dejar a nadie en la estación
El inexorable camino a reemplazar los combustibles fósiles debe evitar las mismas injusticias que nos llevaron a esta crisis.
Foto: Organización Internacional del Trabajo
El frío y la llovizna de Baku en Azerbaiyán son parte del escenario, donde los países del mundo se reúnen durante dos semanas, del 11 al 22 de noviembre, en el año más caluroso de la historia, para acordar el monto y la forma en que se proporcionará el dinero necesario para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París y limitar el aumento de la temperatura global causada por el cambio climático.
Aunque gran parte de la discusión hasta el momento se centra en el monto —que es importante—, garantizar justicia en el “cómo” es igualmente esencial. Así lo subrayó Razan Al Mubarak, presidenta de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y Campeona de Alto Nivel de Naciones Unidas en Cambio Climático, en una breve pero enfática intervención en el estrado del Resilience Hub. Por lo tanto, en este proceso, no solo se debate la cantidad de recursos, sino también cómo asegurar una transición justa.
Tras su paso por Cali en la Conferencia de Biodiversidad, antes de llegar a la del Clima en Bakú, Al Mubarak se convenció de que “el tren de la economía verde está sobre rieles”, un tren donde “Latinoamérica ha tenido un rol histórico”.
El desafío, entonces, es cómo seguir construyendo los rieles de ese tren mientras se garantiza que nadie en la región quede varado en la estación.
Es decir, se trata de un desafío que engloba a la COP29, pero que va más allá de ella. Empezó ya en 2023 en Dubai, con el llamado Balance Global, una especie de diagnóstico de todo lo que han hecho los países sobre cambio climático hasta el momento. Y se espera que concluya con metas más ambiciosas el próximo año en la COP30 de Brasil.
Para la consejera en la organización de la COP30 por parte del Ministerio del Ambiente de Brasil Alice Amorim, “uno de los elementos clave tiene que ver con cómo se están borrando las fronteras entre mitigación y adaptación” – es decir, entre las políticas para reducir emisiones y las políticas para lidiar con los impactos del cambio climático. “No solo se necesita atraer finanzas, sino que hay que impulsar el financiamiento a nivel local de una manera más positiva”, subraya la representante del gobierno brasileño.
“Para lograr tal impulso, la transición energética debe ser no sólo adecuada a las necesidades de cada país, sino también equitativa y bien comunicada”, dice Simón Bermarraze, referente de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA por sus siglas en inglés).
Otro elemento que suman tanto Bermarraze como Amorim es la resiliencia de la infraestructura. “Tomemos por ejemplo el impacto de las sequías en la producción de energía de las hidroeléctricas, que históricamente han sido la política de mitigación en energía de Brasil y en varios países de la región”, dice Amorim.
Para abordar el desafío de la transición, Bermanrraze destaca el trabajo que realizan para identificar soluciones tecnológicas en conjunto con las comunidades. “Necesitamos demostrar la evidencia de que las renovables sirven a áreas hoy alejadas, son más baratas y dan energía segura”.
Maria Netto, investigadora del Instituto Clima y Sociedade de Brasil señala que Latinoamérica es una región que se apoya en soluciones de la naturaleza. “Debemos pensar en la vulnerabilidad de nuestros sistemas de energías renovables para evitar que gobiernos y actores de la industria digan que necesitamos conectarnos de vuelta a los combustibles fósiles”, explica.
Y hay un punto más para asegurar los andenes del tren verde.“Hay que mostrar que las renovables dan trabajo”, dice Bermarraze.
El impacto en los trabajadores
De acuerdo con un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los calores extremos, empeorados por el cambio climático, afectan a la productividad. Es una correlación directa: con calor no se puede trabajar bien.
El estrés térmico afecta, sobre todo, a los trabajadores al aire libre: desde el sector agrícola y textil, pasando por quienes trabajan en la recolección de residuos, los trabajos de reparación, transporte, turismo y el deporte.
Solo en Estados Unidos, la OIT calcula que para 2030 el impacto del estrés térmico, producido por el calor, significará un impacto negativo en la productividad equivalente a 2500 millones de dólares.
De todas formas, más allá del impacto económico, los fenómenos extremos como sequías, olas de calor e inundaciones tienen impactos en las vidas de trabajadores y trabajadoras.
A esto se suma el desafío de hacer frente al impacto en el mercado laboral del lento pero inexorable abandono de los combustibles fósiles, como recoge un informe oficial de Naciones Unidas.
“Las realidades son múltiples y atraviesan todo tipo de profesiones: desde trabajadoras de aplicaciones de repartos en las ciudades más calurosas de la región hasta quienes laboran en la cadena de suministros de bienes afectados por la bajante histórica de los ríos como el Paraná en Sudamérica”, señala Jeremy Anderson de la Federación internacional de Trabajadores de Transporte.
Pero una transición justa no solo implica reducir los riesgos que enfrentan los trabajadores y las trabajadoras, sino también que las políticas que buscan las soluciones los tengan como piedra angular.
Sentada al lado de la representante del Ministerio del Ambiente de Brasil en el Resilience Hub está Hannah Sacramento, activista y miembro del Instituto Mapinguari, que trabaja apoyando la transición justa en la Amazonía. Antes de empezar a intercambiar, Hannah le comparte a la especialista del gobierno brasileño un folleto con varias propuestas al respecto.
“Cuando hablamos de la Amazonía, debemos pensar en que allí no solo están los bosques, sino las ciudades. La deforestación o incendios impactan en el acceso al agua y en la calidade del aire”, dice Sacramento.
La prioridad en la lista de propuestas compartidas con el gobierno es que las nuevas metas de mitigación presentadas por Brasil en la COP29 (también conocidas como NDCs, contribuciones nacionalmente determinadas en inglés) “tengan e inviten a una COP de justicia social, no solo pensando en los bosques sino en la gente que vive en los bosques, pueblos indígenas y ciudades – y aprender de las medidas de adaptación” que ya están implementando, como las estrategias de recolección de agua.
Para Sacramento hablar de transición justa es importante porque se necesita lidiar con las causas y con los impactos del cambio climático, desde la energía hasta el trabajo.
Al mismo tiempo, expresa:“Sólo incluyendo a las personas en los procesos de toma de decisiones vamos a lograr que se apropien de las políticas, introduciendo sus conocimientos locales y entendiendo cómo impacta positivamente en sus vidas”.
Para la investigadora de la Amazonía, solo así se podrá cerrar la “brecha que hoy existe, donde la gente está siendo afectada por el cambio climático todos los días en todos los aspectos”.
Los datos le dan la razón: la encuesta “Voto Popular por el Clima” impulsada por Naciones Unidas en 2024 muestra que la gran mayoría de las personas encuestadas a nivel mundial y en Latinoamérica consideran que el cambio climático es un problema preocupante que afecta sus vidas.
Pero persiste una distancia entre esa preocupación y lo que se considera acción climática. “La transición justa no solo beneficia a las comunidades que están en la primera línea, sino a toda la sociedad al darle legitimidad a las políticas necesarias”.
Después de todo, estamos hablando del desafío más grande de la humanidad.