Por qué me voy a la COP30 en Brasil
En un momento donde parece que hablar de cambio climático pasó de moda, Paraguay y Sudamérica no pueden darse el lujo de ignorar cada vez peores olas de calor y sequías.
Es una tormenta perfecta. La presidencia de Donald Trump, una economía de relucientes números macroeconómicos que no llenan la heladera, los primeros entreveros de las elecciones municipales de 2026, el hype por la mal llamada inteligencia artificial, dos años de agotamiento tras ver un genocidio en vivo y en directo en nuestras pantallas y un país entero esperando por el aguinaldo.
Paraguay, el país que duplica el promedio de aires acondicionados por casa en Latinoamérica, no tiene ganas de hablar del clima. O al menos así parece.
Pese a la cercanía geográfica y el hábito por el viaje, el presidente Santiago Peña no irá a la 30ma Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (o más fácil, COP30) que se desarrollará desde el lunes 10 de noviembre en Belém do Pará, Brasil. Tampoco lo hará gran parte de los habitués de la delegación local que si estuvieron al otro lado del mundo, en ciudades como Dubái y Bakú.
Ni siquiera los adalides del agronegocio, prestos en ocasiones anteriores a defender la soja y la ganadería como si fueran la palma y el olivo parecen demasiado entusiastas en una conferencia donde en teoría juegan de local.
Más de 400 eventos anunciados por el agronegocio se esperan en el pabellón auspiciado por Bayer, Singenta y Bill Gates, y organizado por Embrapa, el ente público privado que ha servido de soporte para impulsar, entre otros, dudosos esquemas de créditos de carbono y cambios de modos de medir el impacto del agro en el calentamiento global.
Parecen primar otras distancias. Una, más global, es la que marca la enorme contradicción de la vuelta de la COP a Sudamérica. En el intento de un ejercicio simbólico de llevarla a la Amazonía, Brasil nos ha condenado a todos - y más a los países del Sur - a costos de alojamiento donde contenedores y literas de cruceros cotizan como suites presidenciales en el Ritz.
El reordenamiento del financiamiento internacional con la muerte de USAID y la nueva ola de austeridad europea significan que gran parte de la sociedad civil e incluso gobiernos - como el paraguayo - no podrán cubrir los costos de representar las voces de un país donde 115 mil estudiantes están en riesgo por islas de calor solo en el Área Metropolitana de Asunción.
Pero hay otra distancia, más geopolítica.
La que ha ido separando a Peña del presidente brasileño Lula da Silva a medida que la luna de miel de la renegociación de Itaipú se ha convertido en un disfuncional matrimonio y que el gobierno paraguayo se alinea cada vez más con el negacionismo de Trump y Javier Milei.
Un manto de autocensura y pivoteo a temas menos conflictivos también se siente en los medios de comunicación de Latinoamérica.
Entre recortes presupuestarios y miedo a persecuciones bajo las leyes de agentes extranjeros, temas como la deforestación, la influencia de la desinformación climática en nuestras políticas locales e incluso la incoherencia de apostar por un gasoducto ante tanta oportunidad de energías renovables levanta cada vez menos portadas, eslóganes y posteos.
Sutiles actos de retiro, como evitar nombrar a los responsables de incendios que nos hacen toser o las ONGs que vierten millones de dólares en contaminar nuestras conversaciones, son cada vez más frecuentes. El tecno optimismo por las falsas promesas de la inteligencia artificial y el incómodo traslape entre quienes no tienen problemas con avivar las llamas que están consumiendo el mundo y masacrar a la población en Gaza obligan a un cintureo digno de Shakira.
Si el cambio climático sigue existiendo en los medios es lejos del sudor de los trabajadores ambulantes, zonas de sacrificio del litio y combustibles fósiles o eucaliptales utilizados por multinacionales como Apple para lavarse la cara mientras agroquímicos acechan escuelas. Es un problema etéreo, rondando siglas que nadie entiende y reuniones que nadie sigue.
Apple compra en Paraguay créditos de carbono de eucaliptos que exponen a comunidad a peligrosos agroquímicos
El 12 de septiembre de 2023, Apple realizó un anuncio importante.
Pese a todo lo anterior, o mejor dicho debido a todo lo anterior es que desde Consenso redoblo la apuesta y cubriré todas las negociaciones durante las dos semanas de la COP30 en Brasil.
Estaremos siguiendo la pelea por garantizar los derechos de las comunidades ante el negocio de los créditos de carbono, la influencia de las grandes empresas del agro y el petróleo en las discusiones sobre alimentación y la disputa por garantizar el dinero necesario para adaptar nuestras ciudades, sistemas de salud y economías a un termómetro que da temor.
Porque aunque nuestros gobiernos hagan migas con nuestros verdugos son miles los pequeños productores que necesitan asistencia para seguir produciendo mandioca o maíz.
Porque la región sigue endeudándose para cubrir el costo de las bajadas del río mientras que Europa y Estados Unidos siguen sin aportar el dinero para adaptarnos a un calor que sentimos cada vez más en nuestros cuerpos y nuestros bolsillos.
Porque tras un año de recorrer los 4 puntos cardinales de Paraguay, estoy convencido que lo que se define en Belem está demasiado cerca de lo que vivimos en lo cotidiano.
Lo que será larga será la distancia que debe cubrir el multilateralismo para convencer, a 10 años de la firma del Acuerdo de París, que sigue siendo el mejor modo de resolver la mayor crisis de nuestra civilización.
Incluso si el proceso de las conferencias del clima ha de morir, las voces del Sur tienen que estar presentes para llevar su ataúd en el funeral.
Para contar lo que estamos perdiendo, lo que ofrecimos y no se nos consideró, para evitar la injusticia de que quienes incendiaron nuestras casas sean los únicos que narren por qué no pudieron - o quisieron- apagar el fuego.







